Los economistas austriacos (Mises, 1996:665-666, Hulsmann, 1999) han realizado grandes aportaciones a la teoría económica y en especial a las implicaciones que tiene el empresarismo como propulsor del desarrollo económico. Este robusto marco conceptual y otra literatura relacionada a este tema, permitirá poner en perspectiva el objetivo de esta investigación, que es, explicar desde referencias variadas, el concepto de empresarismo.
Motivaciones del Empresarismo o Emprendimiento
Existen diversas razones que podrían explicar el gran interés que en las últimas dos décadas ha tenido el estudiar y desarrollar el concepto de emprendimiento o empresarismo. La apertura y segmentación de los mercados y la innovación como recurso para mejorar la productividad han apoyado dicho interés (Ripsas, 1998). Se ha comprobado que existe una figura dentro del sistema económico que identifica y desarrolla oportunidades, basándose en la intuición, la información y rodeado de elementos de incertidumbre y riesgo: el emprendedor.
La palabra emprendedor comenzó a utilizarse en el Siglo XIII, proveniente del término “entreprendre" que significa “hacer algo” o “llevar a cabo”, y ya para el Siglo XVI se utilizaba directamente para referirse a aquel que desarrollaba un nuevo negocio (Hall & Sobel, 2006). Aunque la descripción de quién es el emprendedor ha dependido de diferentes enfoques teóricos, expuestos a lo largo de los años, se puede establecer que al menos se trata de alguien que descubre, evalúa y explota un oportunidad de crear un nuevo producto o servicio (Shane & Venkatamaran, 2000). A pesar de que esta descripción no es estrictamente producto de los economistas, pues su contenido revela que distintas disciplinas han aportado a la misma, no cabe duda de que los estudiosos de la teoría económica, así como de disciplinas próximas a la economía, han hecho contribuciones importantes sobre la figura del emprendedor.
El emprendimiento se ha considerado como base solucionadora de los retos confrontados por gobiernos y estados. Por ejemplo, ha sido utilizado como respuesta o aparente estrategia para resolver la crisis que provoca el desempleo masivo, sin saber a ciencia cierta qué impacto real tendrá fomentar el emprendimiento en el desarrollo económico del país. En otros casos, los gobiernos han optado por fomentar el emprendimiento como vehículo para alcanzar mayor innovación, por ende, como requisito para mejorar la competitividad internacional. En estos casos ha pasado a ser un medio para alcanzar un fin, en lugar de ser un fin en sí mismo (Ripsas, 1998). Por ser el emprendimiento la acción de individuos, son muchas las interrogantes que surgen sobre cómo y a base de qué información la persona decide comenzar una nueva actividad económica, cómo maneja la incertidumbre y qué lo diferencia de los demás individuos.
La literatura en la que se apoya esta investigación, parte del concepto de empresarismo como una disciplina que se nutre de otros, o sea, una disciplina holística. En la próxima sección, se abundara sobre las diferentes disciplinas que impactan el concepto de emprendimiento y sobre alguna teoría relevante del desarrollo empresarial.
Empresarismo o emprendimiento; que sugiere la literatura
Los diferentes modelos que intentan explicar el funcionamiento de los procesos de emprendimiento, han sido desarrollos apoyándose en ciencias como la Psicología, la Sociología, la Economía, la Administración y la Pedagogía, entre otras. Dichos modelos abarcan desde la motivación, la decisión por la vida empresarial, los procesos iniciales en la creación de empresas o productos, pasan por el plan de negocio y llegan hasta complejos modelos organizacionales centrados en la administración de actividades, con fortalezas en lo humano, lo financiero o lo operativo, e incluyen no sólo la creación sino la gestión del negocio (Bruyat y Julien, 2000; Bygrave, 1989). La mayoría de los modelos se formulan desde la academia en procesos de investigación teórica o empírica, identificando y analizando fenómenos y variables comunes y que ocurren en la realidad (Brazeal y Herbert, 1999).
Diferentes autores en el desarrollo de sus teorías han incluido al emprendedor como un elemento importante en su fundamento teórico. Una de las ciencias que tiene relación directa con el emprendimiento es la economía. Esta relación puede ser muy clara desde la microeconomía con la teoría de la oferta y la demanda, la teoría del consumidor o la de la producción, o incluso con teorías modernas como la de juegos. Es posible encontrar artículos que relacionan el emprendimiento con la macroeconomía, en el momento de utilizar indicadores agregados para la toma de decisiones en procesos de emprendimiento con proyección o influencia internacionales (Boumol, 1968).
Richard Cantillon en el 1775, plantea al emprendedor como un intermediario responsable del intercambio y circulación en la economía. Su misión es generar una ganancia al comprar a un precio establecido e intentar vender a un precio incierto (Van Praag, 1999). Es el único dentro de los agentes de la economía que no tiene su ingreso asegurado, ya que el dueño de la tierra fija a través de contratos su renta y el trabajador su salario. Jean-Baptiste Say propone en el 1803 al emprendedor como la persona que traslada recursos económicos de un área de menor a mayor productividad (Drucker, 1993, citado en Ripsas 1998). A su vez, es quien plantea por primera vez el rol gerencial y de liderazgo del emprendedor en la coordinación de la producción y distribución de los bienes (Van Praag, 1999).
Como parte de los aportes teóricos sobre este tema y sus variantes, en el año 1911, Joseph Schumpeter propone la innovación como el rol y misión principal del emprendedor (Van Praag, 1999). Por su parte, Schumpeter trae a consideración aspectos psicológicos del emprendimiento que parecen ser notables en el caso de los artistas. Más allá del beneficio económico, existe un interés en el reconocimiento de la sociedad, y aunque la ganancia económica pueda ser una muestra de ello, también lo busca a través de la perseverancia, interés de superación y el júbilo que provoca el acto de creación (Van Praag, 1999). También propone cualidades como la “visión”, creatividad, intuición y la irracionalidad (Ripsan, 1998). Siguiendo estos planteamientos, el emprendedor es un estado temporero, a menos que éste continúe innovando. Para Frank Knight (1921) el emprendedor es un tomador de decisiones, principalmente en el manejo de la incertidumbre, por lo cual asume las consecuencias de sus decisiones y recibe una ganancia por ello. Para esto requiere destrezas como la auto confianza, visión, buen juicio y suerte (Van Praag, 1999 & Ripsan, 1998).
Por otro lado, Israel Kirzner en el año 1973, ubica al emprendedor como una persona alerta a oportunidades como resultado de asimetrías en el acceso a la información. Esto incluye generar una ganancia de (1) comprar en un lugar y vender en otro, (2) comprar en un periodo y vender en uno posterior, (3) comprar insumos y venderlos modificados (Van Praag, 1999). Contrario a Schumpeter, Kirzner propone a su emprendedor como alguien que alcanza el equilibro de mercado donde antes no lo había (Kirzner, 1999). En la década de los ochentas, Mark Casson (1803) Propone al emprendedor como alguien que se especializa en tomar decisiones sobre la coordinación de recursos escasos. Para éste la coordinación supone un proceso dinámico de reubicación de recursos, lo que lo convierte en un agente de cambio, que busca el constante mejoramiento de esta reubicación (Casson, 1982). En los decenios del ochenta y del noventa varios esfuerzos importantes, como los desarrollados por Brazeal y Herberth (1999), Bygrave (1989a, 1989b) y Bygrave y Hofer (1991), que enumeran diferentes perspectivas científicas que aportan a la consolidación del emprendimiento como teoría y buscan su fundamentación científica.
Dentro de las aportaciones de los Psicólogos, se han delineado una serie de características que intentan describir al emprendedor. Por ejemplo, sugieren que es una persona con enfoque hacia las metas, la auto-confianza y el riesgo, entre otras características personales, aunque de alguna forma plantean que éstas implicarían que el individuo siempre es un emprendedor y no solamente en un momento dado (Ripsas, 1998).
El emprendedor es un agente de cambio que debe estar pendiente de transformaciones de su entorno para adaptarse. Al analizar la empresa desde la Teoría General de Sistemas, la mayoría de las empresas son un sistema social abierto y adaptativo, lo cual significa que su entorno (que puede ser político, económico, tecnológico o social) tiene cierto nivel de influencia y la empresa tiene la capacidad de adaptarse (Bertalanffy, 1984; Johansen, 1992). En la descripción del modelo simple del proceso emprendedor, Brazeal y Herbert (1999), proponen que la innovación (1) es un concepto que proviene de la tecnología, la innovación (2) de la Psicología y el evento empresarial (3) de la administración. Es posible entender la creatividad como una característica del ser humano emprendedor y la innovación como una ventaja competitiva del negocio (Ireland y Webb, 2007). Esta innovación en muchos casos es un cambio tecnológico que debe afectar el proceso de producción de la empresa (Tomes, Erol y Armstrong, 2000).
Las distintas concepciones elaboradas por los teóricos llevan a describir al emprendedor como un intermediario, tomador de decisiones, líder e innovador. Aunque algunos descartan la integración de estos roles, en el caso de los artistas podrían darse simultáneamente. El emprendedor cultural por ejemplo, transforma los insumos, generando valor añadido, promueve el intercambio, lidera y toma decisiones sobre la gestión empresarial y utiliza la innovación como requisito para su creación artística. El emprendimiento social pretende la innovación al servicio del cambio social, donde describimos al emprendedor social como un tipo particular de emprendedor cuyo objetivo único, principal o simplemente secundario es generar valor social (Curto Grau, 2012). La obtención de financiamiento es uno de los retos más importantes a los cuales se enfrenta un emprendedor social, ya que según Curto Grau, (2012) a diferencia del resto de empresas, el producto que se presenta a los inversores no tiene por qué ofrecerles un rendimiento económico atractivo a largo plazo. Los emprendedores sociales son aquellos que pretenden combinar lo mejor del mundo corporativo, enfocado a ganar dinero, y del filantrópico, centrado en el bien social. "Por lo general, acaban por no hacer bien ninguna de las dos cosas. Hacer algo diferente es lo realmente bueno para la sociedad". Es la opinión del emprendedor Peter Thiel, cofundador de PayPal y uno de los primeros inversores de Facebook (De Arrieta Palacio, 2015).
Más allá del rol del emprendedor en la identificación de oportunidades y su gestión, es preciso entender cuáles son las motivaciones principales que le llevan a enfrentar retos y delinear algunas características que puedan acercarnos a un perfil del individuo emprendedor.
La disposición para comenzar un negocio está condicionada por la motivación y por las oportunidades. Mientras la motivación depende de factores personales como la percepción de satisfacción y las expectativas de éxito, la explotación de la oportunidad más bien está condicionada por factores como la disponibilidad de capital, las condiciones macroeconómicas, la existencia de mercados y los aspectos políticos, entre otros (Van Praag & Van Ophem, 1995). Esta distinción resulta necesaria, ya que según Van Praag y Van Ophem (1995) solamente uno de cada siete personas con motivación, finalmente tiene la oportunidad de emprender. Varios estudios identifican el acceso a capital como la principal limitación para el comienzo de un nuevo negocio (Blanchflower & Oswald, 2001). Tanto la falta de acceso al financiamiento (Evans & Jovanovic, 1989) como la falta de destrezas administrativas (Ekanen & Wyer, 2007) han sido temas ampliamente estudiados en la literatura empresarial vigente. Sin embargo, las habilidades del emprendedor parecen ser un substituto para la ausencia de recursos económicos (Van Praag & Van Ophem, 1995).
En la literatura también se encuentran distinciones entre los factores generadores y potenciadores de la actividad empresarial. Los factores generadores, aquellos que reúnen las características esenciales del espíritu emprendedor, incluyen la creatividad, mucha voluntad, la vanidad, el alto nivel de profesionalismo, mucha confianza, la independencia, el buen carácter y la buena selección del equipo de trabajo. Por otro lado, los factores potenciadores, que contribuyen a desarrollar el espíritu emprendedor, incluyen el ser arriesgado, contar con espíritu de sacrificio, la necesidad, la audacia, el entusiasmo, la ilusión y la insatisfacción laboral (García, Álvarez & Reyna, 2007).
Más allá de la motivación de las características y de las experiencias que puedan fomentar el espíritu emprendedor, resulta importante el desempeño que estos individuos pueden tener en su gestión empresarial. Además de las influencias del ambiente externo factores como la planificación, las destrezas administrativas, la toma de decisiones, el equipo de trabajo y la capacidad de autoevaluación, podrían influir en el éxito y la sostenibilidad del emprendimiento (Ekanen y Wyer, 2007).
Aunque parecería haber consenso sobre la importancia de la planificación en la gestión empresarial, también existen argumentos que plantean que este proceso, por el tiempo y profundidad del análisis, podría “matar las ideas”, dada la excesiva ponderación de posibles problemas, lo que puede conducir a limitar la rapidez que requiere “explotar” una oportunidad de negocios (Bhide, 1994). Según un estudio del “National Federation of Independent Business” aquellos emprendedores que dedicaron más tiempo a la planificación, la reflexión y el análisis de una gestión, no eran más propensos a sobrevivir a los primeros tres años de operación que los que no planificaron (Bhide, 1994). Precisamente, Chris Bilton (2006) menciona este aspecto como un factor relevante de la experiencia de los artistas, a quienes describe como buenos improvisadores y adaptadores, con la capacidad de modificar su dirección estratégica a los cambios inesperados (Bilton, 2006). Lo expresado lleva a resaltar la importancia que puede tener la creatividad en la gestión empresarial, y cómo la experiencia de los artistas puede servir de ejemplo para aplicar en otros sectores.
Bilton (2006), además del aspecto de la planificación, destaca las capacidades del empresario para realizar múltiples tareas, desarrollar un pensamiento gerencial que trasciende la racionalidad económica y la capacidad de reconocer la diferencia entre el crecimiento y el desarrollo sostenible.
En el ejercicio de la toma de decisiones, el estilo de pensamiento se ha reconocido como un factor relevante (Groves, et al, 2008). El estilo de pensamiento se ha reconocido como la preferencia en el uso de las habilidades mentales para entender y resolver problemas. Una forma de describir estos estilos de pensamiento es a través del modelo linear / no-linear. El modelo linear se fundamenta en el pensamiento analítico, racional y/o lógico, mientras que el no-linear está basado en la creatividad, la intuición, la visión y las emociones. En una investigación con actores, contadores y emprendedores, (Groves, et al, 2008), se encontró un mejor balance en el estilo de pensamiento de los emprendedores, aunque con cierta inclinación al pensamiento no-linear, mientras que los resultados para los contadores y actores estaban más inclinados al pensamiento linear y no-linear, respectivamente. Estos hallazgos resultan muy importantes a la hora de desarrollar herramientas educativas que fomenten una cultura emprendedora.
Algunas investigaciones han encontrado que, en promedio, los emprendedores son menos productivos que el empleado asalariado (Hamilton, 2000). Sin embargo, parece ser que el desempeño extraordinario de algunos pocos, descritos como “super-estrellas”, motiva la constante entrada al sector del auto-empleo (Rosen, 1981). De igual forma, Hamilton (2000) plantea que los beneficios no-económicos, como la autonomía, pueden compensar esta diferencia en productividad.
Lo expresado, a su vez, permite plantear el nivel de satisfacción como un factor que podría motivar a los emprendedores a permanecer en el auto-empleo en lugar de recurrir al trabajo asalariado. La literatura existente demuestra que los emprendedores tienen niveles de satisfacción más altos que los empleados regulares o en puestos gerenciales (Blanchflower & Oswald, 2001). Utilizando características del empleo asociadas con la satisfacción, como la autonomía (libertad, independencia y discreción en la selección de acciones por seguir), la variedad (requerimientos de múltiples habilidades y destrezas en la realización de la labor) y la retroalimentación (acceso inmediato a la evaluación de su desempeño) se ha podido demostrar este alto nivel de satisfacción (Schjoedt, 2009). Según Cooper y Artz (1995, citado en Schjoedt, 2009), “la satisfacción es claramente una aspecto fundamental en el éxito de un emprendedor”.
Conclusión
Al finalizar esta investigación, se pudo exponer sobre el concepto de empresarismo desde la perspectiva de la persona que administra su propio negocio. Esta actividad a su vez, es crítica para el desarrollo económico de un país, ya que permite compartir roles tradicionales del gobierno, como el sustento de alimentos, sustento por desempleo, asistencia social y la transfiere al emprendedor, quien a su vez, generara empleos, proveerá beneficios a sus empleados y limitara de esta forma la asistencia gubernamental. En síntesis, el empresarismo es la fórmula que puede ayudar en la crisis económica que enfrenta la Isla de Puerto Rico, pero la política pública que se desarrolle para incentivar el autoempleo, debe estar libre de la burocracia tradicional que no permite que lleguen las ayudas a los emprendedores de forma eficiente.
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